Una
vez más sostengo lo que muchos saben pero que pocos hacen caso: la necesidad de
buscar y aceptar la complementariedad de intuiciones que por necedad se les
pretende aislar y luego hacerlas opuestas. Tal es el caso del Mercado y el
Estado. Algunos consideran válido plantear el purismo de una economía
capitalista de libre mercado sin presencia ni participación del Estado, aunque
esto no correponda a la realidad, en
términos de necesidad y conveniencia, para el buen funcionamiento del mercado,
toda vez que los agentes económicos no tienen igual nivel de información ni
capacidad de decisión.
De
otro lado, la historia económica nos faculta hablar de la “plasticidad de los
sistemas” que por muchos años algunos pretendieron que no podían coexistir y
por ello negaron que en una economía de mercado pudiese existir un sistema de
planificación.
Se
trata de mejorar la asignación de los recursos existentes en términos de
eficiencia social, esto es, eficacia y equidad.
Es
bueno que recordemos que si queremos que se registre una verdadera afluencia de
inversiones a nuestro país debe existir una gran seguridad jurídica (Poder
Judicial), una gran estabilidad política (Poder Político o Ejecutivo) y
permanencia y predictibilidad legal (Poder Legislativo.
Los
extremistas defensores de un capitalismo a ultranza son tan marcadamente ideologizados
como lo fueron quienes pretendieron un Estado sin mercado para lograr el
desarrollo de los pueblos. Los fundamentalistas existen aunque sus opiniones y
decisiones no correspondan a la realidad ni convengan a la sociedad.
El
desarrollo humano sostenible y sustentable no reniega ni del mercado ni del
Estado, necesita y acepta a ambos, diferentes pero mejor asignación de recursos
para la satisfacción de los consumidores y el beneficio de los productores.
Se
requiere decencia, eficiencia y transparencia para la mejor distribución y
redistribución de los mismos a través del tiempo y las cambiantes condiciones
de la sociedad.
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